Seguramente has escuchado o leído sobre las competencias Ironman/ Irongirl
Todos tenemos un amigo “de esos” en nuestro círculo de amistades; ¿de qué trata esta irongirl competencia?
En términos generales es un triatlón largo: nadas, haces bici y corres (en ese orden). De acuerdo con la distancia, reciben distintos nombres. A continuación una tabla para que te familiarices con los nombres de cada uno y no te agarren en curva.
Bueno, pues ya sabes de qué tratan estos eventos sobre irongirl, pero este artículo no lo quiero dedicar al argot triatleta, en realidad todo el blof que rodea al triatlón es lo menos valioso que tiene, me gustaría platicarte en realidad qué es lo que detona este tipo de eventos en nosotros como humanos.
Primero, una historia…
Mi esposa decidió hacer uno. Su meta era el 70.3 de Cozumel... el paraíso, ¿cierto? Para ella se convirtió en uno de los momentos más frutrantes de su vida. Entrenó por meses con los sacrificios que esto implica: levantarse temprano, llevar una alimentación balanceada, hacer el esfuerzo de dejar de comprar ropa, bolsas y zapatos por hacerse de una bici, casco, lentes, y trisuit.
Hacer la vanidad a un lado y aceptar el bronceado de taxista (sí, ese bronceado que nunca quisiste tener), horas y horas acumuladas de sudor. Todo para EL GRAN DÍA, que comienza con un salto al agua cristalina. Un salto de emoción, de alegría, de plenitud.
Al paso de las brazadas, mi esposa se dio cuenta que algo no estaba igual a como lo tenía en su mente de irongirl. ¡Pues claro!, el mar te mueve y te mueve bastante, la gente te pega, te patea, y, cuando te das cuenta estás en medio de cientos de personas que nadan hacia una misma dirección, la cual pareciera eres tú porque sientes que todos pasan por encima de ti.
De pronto, sintió que algo no estaba bien, intentó seguir nadando sin saber a dónde; la visión se hizo borrosa, “¿serán los gogles?”, pensó.
No, mi esposa estaba siendo presa de un ataque de pánico, su cuerpo entró en alerta, se sintió under attack, siguió nadando, levantó la vista para ver las boyas que dicen que debes seguir pero lo único que vio fue una nueva ola.
De pronto, el pánico tomó control del ella, hiperventiló, comenzó a respirar trabajosamente, tragó agua salada, trató de parar pero los demás le seguían pasando encima.
Levantó la mano en señal de auxilio, después de unos minutos, llegó un salvavidas que la subió a una aqua moto y la llevó a un sitio seguro. Ahí terminaron todos esos meses de preparación. Esa era su oportunidad y se perdió.
Pasaron casi dos años de este evento, dos años que significaron un duelo durísimo con ella misma, pero que solo ella podía enfrentar, pues hay fantasmas que solo tú y nadie más puede combatir. Todos los tenemos y se llama autocrítica, ansiedad, miedo a empezar de nuevo, miedo a fracasar de nuevo.
La mayoría de las personas prefieren no enfrentar un fracaso; sin embargo, mi esposa decidió lo contrario. Esto significó volvera meterle muchísimas horas de entrenamiento, dándose cuenta que la experiencia anterior sí había servido.
Empezaron a pasarlos días y poco a poco fue ganando confianza. Se acostumbró denueva cuenta al sonido del despertador, a irse a la cama tarde, pero ganarle al sol. Su cuerpo y mucho más importante su mente re aprendió lo que alguna vez ya sabía, lo que alguna vez creyó: sí puedo.
Cinco meses después, se decidió por un evento en Oceanside, California. Tras investigar, supo que la etapa de natación si bien era en el mar, se trataba de un circuito bastante noble, ya que estaría resguardado por el embarcadero.
Llegó la semana del evento.
Hicimos la obligada visita al Ironman Village, recogimos el paquete de la competencia. Probamos el agua, la cual estaba fresca a 15oC aproximadamente, metimos las bicicletas a la zona de transición (otro argot triatleta: la transición es la actividad que haces entre cada deporte, del agua a la bici, de la bici a la corrida; te pones el casco y los cleats, de la bici a correr te cambias los cleats por tenis y te pones una gorra).
En general, la siguiente actividad es pasar la tarde lo más tran- quilo posible, comer bien y dormir temprano. Pero también es el pretexto perfecto para generar nervios, dudas, comer a medias y tratar de dormir sin mucho éxito.
Llegó el día
Nos levantamos 4:30 horas, desayunamos algo ligero. Vi el esfuerzo de mi esposa por tratar de no pensar en lo que venía (principalmente de no pensar en el agua). Llegamos a la zona de transición, dejamos nuestras cosas para la competencia, nos pusimos el wet suit y ahí estábamos… ¡listos para intentarlo de nuevo!
Al llegar a donde arrancaba la competencia, nos encontramos con una sorpresa: habían cambiado la ruta de natación, y en vez de ser en las calmadas aguas del embarcadero, el inicio sería por la playa. Esto significaba tener que pasar por un set de olas de al menos un par de metros de altura; evidentemente algo no entrenado.
En fin, arrancó la competencia y pasaron como 40 minutos antes que ella entrara en el agua, mismos que solo sirvieron para fincar miedo, y ver cómo ola tras ola los competidores, en muchos casos, eran revolcados.
Su turno
¡Vámonos! Pasó la primera ola, que es la más fácil pues sigues a pie y lo único que tienes que hacer es aventarte por debajo como tal cual una irongirl, pero ¿qué hacer cuando la ola rompe y ya flotas? No puedes aventarte por abajo, ya que no tienes el empuje del clavado.
Su estrategia fue simplemente intentarlo, pasaron más de 4 minutos tratando de pasar las olas y varios revolcones. Cuatro minutos que le regresaron todos los sentimientos de miedo y pánico.
Su mente empezó a detenerla, pero aún así siguió nadando.. Cuando menos se dio cuenta, ya había pasado la zona donde rompían las olas, estaba mar adentro y solo tenía que buscarla siguiente boya. Con cada brazada crecía la confianza en sí misma, su cuerpo recordó todo el entrenamiento.
Terminó la natación, pero aún faltaban dos tramos más de irongirl. La bicicleta fue para ella un ambiente familiar, donde con piernas y corazón pudo seguir adelante. Correr fue como una invitación a cerrar con broche de oro, una invitación donde nada podía salir mal: ritmo, cadencia, sonrisa, felicidad y repetir.
La meta está cerca, te quedan solo unos kilómetros por recorrer quieres meterle más velocidad pero tu cuerpo te lo impide después de todo llevas casi seis horas compitiendo. Entre tanto esfuerzo, puedes percibir el sabor de tu sudor, el sabor de tu victoria.
Al final te das cuenta que lo importante no es quererlo, ni siquiera quererlo lo suficiente, lo importante es estar dispuestoa pasar por malos momentos, pasar por días de sentir que no avanzas.
Lo importante es seguir a pesar de tus miedos y darte la oportunidad todas las veces que puedas de cruzar esa meta que tiene un valor más allá de la medalla o el tiempo. Demuestra que eres un ser humano que tiene defectos, que tiene áreas de oportunidad pero que si aprende a aceptarse y a trabajar en ello.
Mi esposa cruzó la meta con una de las sonrisas más honestas que he visto en su vida como toda una irongirl. Una sonrisa que transmitía un orgullo personal. Si tienes la oportunidad de sentir ese orgullo propio que nadie más te puede dar, lucha por él, nadie va a venir a dártelo.
... it ́s up to you
Podría interesarte… Dieta Cetogénica