Pequeños gestos, comentarios y prejuicios que tenemos tan interiorizados que nos salen solos aunque odiemos el machismo
A veces no notamos los micromachismos con nuestros pequeños actos, comentarios, etc. Sin darnos cuenta fomentamos el machismo aunque no lo queramos hacer y lo odiemos.
Las actitudes machistas más flagrantes las tenemos claras.
Aquellos micromachismos, de forma manifiesta y constante, han colocado a la mujer en una posición inferior al hombre en ámbitos sociales, económicos, jurídicos y familiares. Las que consideran que el hombre y la mujer nacen con objetivos y ambiciones diferentes en la vida.
Sin embargo, pese las reivindicaciones históricas desde los años setenta y la creciente concienciación respecto a la lacra del machismo en todos los ámbitos culturales y políticos en los últimos años, hay pequeños restos que muchos (y muchas) siguen teniendo interiorizados. Son secuelas de nuestra educación y de los productos culturales que nos han formado como personas que hacen que, aunque critiquemos y denunciemos el machismo, podamos caer en algunas de sus trampas sin darnos cuenta.
Lo que desde hace un lustro se ha denominado el micromachismo, ejemplos de discriminación débiles e imperceptibles. Esos que se ven todos los días y suceden incluso en los ambientes más progresistas.
En medio de toda la lucha feminista que actualmente se desarrolla en México -y en el mundo- decidí hacer una lista a base de ejemplos de micromachismos que demuestran que tal vez hemos entendido el grueso de las reivindicaciones feministas; sin embargo, nos falta mucha letra pequeña que leer.
¿Qué hay, guapa?
1. He creído necesario explicar algo a una mujer, sin que ella me lo pida, por el hecho de ser mujer.
2. No considero a una ama de casa una trabajadora más.
3. Me refiero a hombres por su apellido (Sánchez, Rivera, Iglesias) y a mujeres por su nombre (Susana, Irene, Soraya)
4.Intentando ser amable, he llamado “guapa” a una mujer a la que no conozco de nada.
5. He dicho que yo “ayudo” en las tareas del hogar, asumiendo que el trabajo es de una mujer y yo estoy ayudando, no participando en igualdad.
6. Me he sentido incómodo y perdedor en alguna ocasión porque el sueldo de mi novia es más alto que el mío.
7. Asumo continuamente la heterosexualidad de las mujeres y de otros hombres.
8. En mi trabajo o entre mis amistades, solo propongo jugar al fútbol a los hombres, dando por sentado que ellas no quieren jugar.
9. He usado la palabra “provocador” para describir el atuendo de una mujer.
10. He comentado que esas no son formas de hablar “para una señorita”.
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