¿Por qué nos gusta tanto comprar zapatos?

Ellas | 5 noviembre, 2017     Por: Adriana Cobos

Muchos prefieren invertir en zapatos que en ropa. ¿Quieres saber los motivos?

 

Dicen que Anna Dello Russo tiene más de cuatro mil pares de zapatos. “Estoy obesionada con ellos. Podría ser feliz desnuda siempre y cuando lleve el par adecuado”, asegura.

Más allá de cifras desbocadas y declaraciones excéntricas, la devoción por el calzado de la editora más excéntrica de la historia es compartida por muchas más mujeres y hombres.

“Adoro los zapatos y, cuando veo unos que me gustan, no puedo controlarme, tengo que tenerlos”, confiesa la modelo Alessandra Ambrosio.

“Nicki Minaj tiene mejor trasero pero yo tengo mejores zapatos”, presume Rihanna.

“Si veo un par de zapatos que adoro, no importa si no los tienen de mi talla. Los compro de todas formas”, asegura la actriz Keira Knightley.

Ejemplos suficientes para resumir la fascinación que genera el calzado, solo comparable a la que despiertan las bolsas. Pero, ¿por qué producen este efecto que rara vez despierta una camisa o un pantalón?

“Existen muchas respuestas a esa pregunta. Pero, sin duda, tiene que ver con que siempre podemos ver nuestros zapatos. Para ver nuestra ropa tenemos que mirarnos al espejo en lugar de simplemente echar un vistazo hacia abajo. Además, nos siguen valiendo aunque ganemos o perdamos peso”, explicó al sitio S Moda, Suzanne Ferriss, profesora universitaria y autora de Footnotes: On shoes.

De acuerdo con experta, existe una conexión directa entre nosotros y nuestros zapatos. Por eso son una característica definitoria de ciertos grupos sociales (los botines tipo Brogan se asociaron a la clase trabajadora, los taconazos a las latinas o las Dr. Martens al rock y al punk) y la relación entre un par y su dueño siempre es poderosa.

“Los zapatos desechados o vacíos son potentes recordatorios de seres humanos ausentes, perdidos en guerras o desastres naturales”, asegura.

Las fascinación por este complemento ha propiciado incluso estudios psicológicos y el propio Sigmund Freud relacionó los de tacón con el fetichismo, idea que aún se perpetúa en nuestros días. “Hay muchas explicaciones psicológicas al respecto, desde una simple atracción por los objetos bellos hasta una obsesión de coleccionarlos o acumularlos. Pero lo cierto es que esto no es solo aplicable a los zapatos: una persona puede compilar compulsivamente cualquier objeto deseable, desde figuras hasta motos. Lo que sí me resulta curioso y fascinante es el contacto directo entre el objeto y nuestro cuerpo. Esto les otorga una intimidad que aumenta su poder psicológico de apego”, explicó Ferriss.

También su representación en el arte o la cultura popular ha tenido mucho que ver en su conversión en objetos poderosos, deseados e incluso mágicos.

Artistas como Andy Warhol, Elsa Schiaparelli, Jim Dine o Lisa Milroy los han transformado en parte central de su obra incluso en objetos escultóricos. Del mismo modo que películas y cuentos han creado argumentos completos en torno a un par de zapatos.

Ejemplo: en El Mago de Oz, el mítico modelo rojo aumenta los poderes de la protagonista. “Esto también hace alusión a su poder visual transformador: cuando Dorothy se los pone se convierte en una persona diferente y más poderosa. Pero la cultura popular también documenta su lado peligroso: la película Red Shoes (traducida como Las zapatillas rojas) presenta a una chica que no puede controlar sus zapatos; la dominan en lugar de empoderarla”, reflexionó la profesora.

Desde el punto de vista estilístico, los zapatos ostentan un papel fundamental. Si llevas un vestido negro básico con unos stilettos no será lo mismo que si los combinas con unas botas rockeras. Podríamos hablar de dos tipos de mujeres muy distintas o de la misma mujer en días muy diferentes.

Los zapatos son probablemente la pieza del clóset que más ha evolucionado a lo largo de la historia. Lejos quedan los hombres ataviados con tacones altos para resaltar sus pantorrillas –y hacerlas más masculinas– en tiempos de Luis XIV en Francia. O los chopines usados en la Venecia del siglo XVI que, con plataformas de hasta 70 centímetros, requerían de la ayuda de sirvientes para poder caminar. Incluso la idea de que para ser sexy se necesita un par de buenos tacones nos empieza a resultar algo lejana y bastante antigua.

Firmas como Céline, Prada o Gucci han contribuido a reinventar el zapato femenino dando prioridad a la comodidad. Los zapatos que definen nuestra era son, sin duda, los tenis y los ugly shoes (con pelo en el talón o tacón de abuela) reescriben la idea de feminidad. 

Probablemente sería más fácil conocer una sociedad o un grupo social analizando únicamente sus zapatos que fijándonos en sus trajes. Aún es fácil encontrar a los famosos limpiabotas o boleadores por las calles, ¿conocemos alguna otra prenda que tenga un especialista a pie de calle sólo para limpiarla?. Y, por supuesto, la fascinación que despiertan no se circunscribe al ámbito femenino. Muchos hombres consideran que dicen más de ellos sus zapatos que sus autos.

Los zapatos aparecen siempre en las listas de piezas en las que merece la pena invertir. Más allá de una mera función estética, tienen un gran impacto en nuestro confort y seguridad y no sólo visten los pies, sino que también los protegen. Argumento tras el que muchos se escudan para desembolsar unos cuantos cientos… miles de euros con menos cargo de conciencia que si lo hacen en un vestido o una blusa.

Dicho todo esto, recomendamos hacerte con tres imprescindibles: unos stilettos negros o nude, unas botas  y unos sneakers. ¿Un último motivo? Pueden llevarse a diario mientras que en el caso de la ropa, por razones de higiene y de imagen, no está bien visto repetir. Aunque probablemente a Anna Dello Russo y sus cuatro mil pares eso de reutilizar zapatos le suene a chino.